
Lo necesitaba.
Volver aquí después de tantos meses es como un inyección de adrenalina.
Encontrarse con amigos a los que hace meses o incluso años que no veo.
Entrar a esa piscina que nos ha visto crecer a tantos. Remanso de paz aunque los niños se empeñen en que no haya silencio. Son niños. Y a pesar de sus vocecillas chillonas, llamándose para ver a que juegan o que el otro vea lo que saben hacer en el agua, me relaja.
Calma. Qué me tiene que durar no se cuanto tiempo.
Sentada, mirando al sol. Cargando pilas. Moviendo las tiras para que no queden marcas. Untando crema para no parecer un fresón de Cádiz.
Cuanto sufrimiento...
Necesito un mes de esta forma de sufrir.
